Muchas personas viven como si su existir careciera de
sentido o fundamento. Se desenvuelven en el día a día guiadas por una inercia
que impone su lógica aplastante de pequeños ritos domésticos, pequeñas
victorias, pequeños fracasos, pequeños o severos dolores…sin jamás o
prácticamente nunca hacerse grandes preguntas metodológicas o instrumentales
sobre la dirección a la que conducen esas pequeñas o grandes etapas de su
caminar por la existencia. Vivir, en esos casos, se convierte en una tarea
explicada en sí misma: Es el hecho mismo de vivir el que justifica y explica la
vida misma. Viendo, explicamos nuestro vivir.
Otras personas, en cambio, parecen atrapadas en la
necesidad de justificar su vivir en un marco de referencia totalizador. Para
ellas la realización personal plena es un mito circular, un acicate del
existir. Anhelan entender eso que se llama pomposamente el sentido de la vida.
Lo más interesante de todo es que, a fin de cuentas, si
hay una respuesta (o incluso una pregunta que hacerse) esta será al final la
misma para ambos tipos de personas. Y, si no hay respuesta, ese silencio será también
el mismo para todos.
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