Siento pereza. Lo reconozco. Me domina una inconciliable sensación de pesadez. Ya no puedo más. He intentado explicárselo a todo el mundo aquí. Todos me replican que “no tengo derecho”…¿ no tengo derecho? ¿No tengo derecho a descansar un rato tal vez tan sólo unos días, o unas horas, después de toda una vida deslomada con tanto trajín? He consultado a las más viejas, a los que conocen bien las normas. Me dicen que, aunque no está escrito en ninguna parte, simplemente no hay precedentes, es decir, nunca antes nadie lo ha hecho, nadie se ha detenido, nadie ha descansado, o, por utilizar exactamente sus palabras, nadie “se ha sublevado”. Puedo imaginar la cara que pondrán al escuchar esto: sí, es completamente desmedido llamar “sublevación” a una petición de vacaciones, pero así funcionan las cosas aquí. No me quejo de la monotonía. No se me ocurre, por más que lo piense, que otra cosa podría hacer a parte de lo que ya hago. Por eso no estoy pidiendo un cambio de puesto o una responsabilidad diferente a la actual. Sólo quiero descansar un poco. Soy fuerte. Estoy bien entrenada. Siempre fui disciplinada, como todas las demás. Pero se lo juro…¡ ya no puedo más!
- ¿Has visto Antonio?
- ¿El qué?
- A la hormiga que mutamos anteayer…está detenida.
- ¿Qué quieres decir?
- Exactamente eso…que está detenida. No camina, no sigue la fila con las demás, no carga ningún pedacito de hierba. Está quieta, a un lado. Nunca en mi vida había visto nada igual.
- Manolo, ¿Crees de verdad que es un efecto del experimento?
- No tengo la menor duda. Tenemos que hacer más pruebas inoculando a otras hormigas y analizar si reaccionan del mismo modo. Pero casi te podría jurar que lo hemos conseguido: ¡Hemos logrado destilar el libre albedrío!
(Foto:Ignacio Huerga)
(Foto:Ignacio Huerga)
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