A veces se despertaba por la mañana con el cuarto ya inundado de luz de sol. Asomado a la ventana miraba el mar, limpio, azul (ese azul del Mediterráneo en septiembre, tan inasible e hipnótico que hiere los ojos). Luego, cuando retiraba la vista, sentía siempre ganas de llorar.
(Foto: Ignacio Huerga)
No hay comentarios:
Publicar un comentario