A veces quiero recogerme en un ovillo, esconderme tras una puerta o debajo de la cama y no salir nunca, hasta que me encuentren. Hoy es uno de esos días. He visto el dolor en los ojos de un amigo, y era un dolor lacerante, un dolor que inunda, que te doblega. Era el dolor que produce la injusticia. "Hemos hecho lo que hemos podido", nos decimos. Y es cierto. Pero ahora la barrera del hacer y del no hacer ya se ha franqueado. Ya no hay atajos, estrategias ni esperanzas. Solo queda el campo yermo del dolor, y esa herida abierta que es imposible de cerrar.
(Ilustración: Óleo de Nicolás Roerich)
1 comentario:
Las heridas, es curioso, nunca terminan de cerrarse. La cicatriz que las cubre es una cicatriz falsa que a veces nos envuelve como un ovillo en el dolor. Pero no queda otra que seguir, como sea, con el alma ovillada para no hacer un ovillo en el corazón de quienes nos rodean. Ánimo. Lourdes
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