sábado, 11 de diciembre de 2010

Divagaciones insulares

Bienvenido al fin del mundo

Si piensas que nunca has estado en las islas Tokelau, te equivocas. Ahora mismo, mientras lees Chota Chunga, la pantalla de tu ordenador forma parte, al menos metafóricamente, del ámbito político extraterritorial de ese país. Me explico: La página Web de este blog (Juanechanove.tk) está registrada en el dominio de Internet de Tokelau (tk.). Claro está que basar la identidad estatal en algo tan fluido como el plasma de la pantalla de una computadora no deja de ser un poco forzado, pero al menos me da pié para hablar de ese paisillo perdido en medio del Océano Pacífico.

Honestamente, ni siquiera tengo muy claro si Tokelau es un Estado independiente. Lo chocante es que tampoco Naciones Unidas lo sabe. Australia concedió la independencia al atolón hace unos años. Por algún error burocrático, la ONU olvidó retirarlo de la lista oficial de territorios pendientes de descolonización, de modo que, para el resto del mundo (o al menos para el escaso resto del mundo que tiene alguna noción de la existencia de Tokelau), estas pequeñas islas tropicales de escasos mil habitantes siguen bajo control de Camberra.

Pese a su nimio tamaño y dudosa entidad como nación, Tokelau mantiene, orgullosamente, un litigio fronterizo con los Estados Unidos de América. Una insignificante islita del archipiélago, llamada Swains, está legalmente, bajo control norteamericano. Tokelau reclama con tesón Swains, en base a motivaciones geográficas. Las razones históricas que explican el dominio de la Gran Nación América sobre la pequeña isla del Pacífico no dejan de ser pintorescas. Hace más de siglo y medio cierto aventurero yanqui, llamado Jennings, se instaló con un grupo de colegas y algunas chicas en el islote, por entonces deshabitado. Durante siete décadas el grupo de amigotes vivió de por libre en la isla, en régimen de completa independencia respecto al resto del mundo, sin practicar ninguna forma de comercio que no fuera el carnal. Primero Jennings, y después sus descendientes, gobernaban la comunidad como auténticos reyes locales, aunque el régimen político de la isla podría más bien definirse como de Orgía Parlamentaria. Si no fuera porque Jorge Luis Stevenson visitó la isla por aquellos años y dio cuenta de tan inusual situación, probablemente esta curiosa historia jamás habría salido a la luz. Finalmente un capitán de fragata de la marina estadounidense, casualmente de paso por aquellas aguas, decidió convencer al rey Jennings de turno para acatasen la soberanía norteamericana. Hoy por hoy en Swains residen entre 4 y 37 habitantes (las estadísticas locales no es que sean muy precisas, la verdad), todos ellos descendientes de aquellos colonos fundadores (1).

No consta que Estados Unidos haya nunca respondido, ni siquiera por cortesía, a las peticiones del gobierno tokelaueño para que Swains le sea devuelta (2). No me extraña en absoluto esa falta de reacción gringa. Seguro que en departamento de Estado nadie tiene ni idea de la existencia de Tokelau ni de la de Swains, así que seguro que se toman los cables del gobierno de Tokelau a chirigota, atribuyéndoselos a un loco o a un bromista.

En mi opinión, Estados Unidos debería renunciar a su control sobre Swains, aunque tampoco me parece apropiada su entrega a Tokelau. La islilla ya fue independiente en el pasado, ¿porqué no serlo ahora de nuevo? Estad seguros de que, el día que eso ocurra, para leer Chota Chunga deberéis teclear Juanechanove.sw.

(Foto superior: Barco en Dacca (Bangladesh), Juan Echánove. Foto inferior: Vista satelital de Swains)
-----------------------------------------

(1) No hay aeropuerto en Swains, ni tampoco servicio marítimo regular. Debido al contencioso territorial, es imposible acceder en barco desde Tokelau. Así que la única alternativa factible es pedir a alguien en Samoa que te lleve en lancha. La travesía requiere día y medio de navegación en mar abierto. Estas circunstancias convierten a Swains en el lugar habitado más aislado del planeta (Pitcairn, Kergelen y otras islas remotas sólo conocidas por fanáticos de la geografía del absurdo como yo), cuentan todas ellas con servicios de transporte marítimo regular, aunque infrecuente.

(2) O tokelauense, o tokelauno….no sé. La Real Academia Española todavía no se ha pronunciado sobre cuál debe ser el gentilicio en castellano para designar a los habitantes de Tokelau, ni creo que lo haga nunca.

No hay comentarios: