El monstruoso caso de Josef Fritzl, el austriaco que mantuvo secuestrados en la bodega de su casa durante 24 años a su hija y a tres de los seis hijos que tuvo con ella, ha conmocionado al mundo. Se trata, sin duda, de uno de los hechos criminales más aberrantes de la historia policial reciente. El hecho de que sea la tercera vez que un suceso de estas características tiene lugar en el pequeño Estado alpino (además del caso de Natascha Kampusch, hay que
recordar que en los noventa una madre austriaca retuvo a sus tres hijos en casa durante varios años sin ver la luz del sol), planeta la inevitable pregunta: ¿Porqué en Austria?
La propia Natascha Kampusch, en una reciente entrevista concedida a la BBC, ha apuntado a una posible explicación: “Durante el tiempo del nacionalsocialismo se propagó la (idea de la) supresión de la mujer, y la educación autoritaria era muy importante”. ¿A qué se estaba refiriendo en realidad la joven secuestrada? ¿Cual es conexión real entre la historia reciente de Austria y estos crímenes actuales?
En 1938, la Alemania nazi se anexionó Austria, país que ya desde 1933 venia estando gobernado por un régimen fascista propio. En las escuelas de Austria durante décadas se ha enseñado la falacia de que los nazis entraron en el país a punta de bayoneta, cuando la realidad incuestionable es que los austriacos recibieron a la Wehrmacht con los brazos abiertos. El cardenal Innitzer, jefe por entonces de la iglesia austriaca, declaró solemnemente que “todos los vieneses deberían dar gracias a Dios por la ocupación alemana y obedecer estrictamente las ordenes del nuevo régimen”. La anexión de Austria por parte de Alemania no tuvo pues nada que ver con la ocupación nazi de otros países europeos como Francia, Dinamarca, Holanda y tantos otros. La inmensa mayoría de la población austriaca aceptó entusiasmada la idea de vivir bajo un régimen nazi; en Austria jamás hubo ningún tipo de resistencia seria contra los alemanes; millones de austriacos se enrolaron voluntariamente en las juventudes hitlerianas, las SS y otros órganos nazis. No hay que olvidar que el propio propio Hitler era austriaco, como también lo fueron decenas de jerarcas nazis, incluyendo Ernst Kaltenbrunner, el jefe máximo de la policía alemana durante en nazismo, el líder de las SS Odilo Globocnik y muchos otros.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Austria, como Alemania, fue ocupada por las potencias aliadas. En 1955, tras el fin de la ocupación aliada, Austria recuperó plenamente su soberanía, y el gobierno comenzó a hacer valer la teoría de que la nación había sido “la primera victima” de Hitler. Esta falsedad histórica se ha mantenido hasta hoy en día. Austria, en realidad, era parte integrante de Alemania durante en nazismo, y por tanto, fue tan culpable como la propia Alemania de todas las atrocidades que el régimen nazi cometió. Debido a esta voluntaria amnesia historia, bendecida por los sucesivos gobiernos durante décadas, en el país nunca se llevó a cabo un proceso de “desnazificación” como el ocurrido en Alemania. Todas las generaciones de alemanes posteriores a la guerra han aprendido desde la escuela cual fue la responsabilidad se su patria en el holocausto. Centenares de museos y memoriales a lo largo de Alemania recuerdan a las victimas del nazismo y sirven de referente constante para no olvidar ese terrible pasado. Alemania ha pedido perdón solemnemente, en repetidas ocasiones, por las atrocidades cometidas. En Alemania, el modelo educativo fomenta los valores de la tolerancia y la igualdad. Alemania, en resumen, afrontó su pasado con entereza y hasta las últimas consecuencias. Alemania es, literalmente, una nación redimida.
Este proceso nunca se ha llevado a cabo en Austria. Por ello, los valores ultra-conservadores en la educación, el modelo patriarcal en la familia, la obediencia ciega a la autoridad y el despotismo siguen definiendo las relaciones sociales en muchos hogares austriacos. La sociedad austriaca realmente no ha confrontado aun la espantosa realidad de su pasado nazi. Al contrario que en Alemania, en Austria no hay museos o monumentos que recuerden a las victimas. El nazismo es oficialmente visto como algo alemán, ajeno al país, como si los abuelos y padres de los austriacos actuales no hubieran tenido nada que ver con el asunto. De hecho, en Austria tras la guerra la impunidad mas sangrante hizo posible que muchos ex-criminales de guerra se reincorporaran a la vida política o social y la ideología de extrema derecha ha permanecido como un componente primordial de la psique colectiva austriaca.
El caso de Kurt Waldheim, es especialmente lacerante. Este ex oficial en el ejército alemán, que había participado activamente en varias masacres de civiles en Grecia y Yugoslavia y durante la guerra editaba un panfleto antisemita distribuido en Rusia y titulado “Matad a los judíos’, logró ocupar varios altos cargos en el gobierno de Austria (incluido el de ministro de asuntos exteriores), y en 1972 fue nombrado Secretario General de las Naciones Unidas.
La política del país refleja fielmente, todavia hoy, el pensamiento ultra-autoritario de muchos austriacos. En 1970 el Partido Liberal Austriaco (pese a su nombre, de confesada ideología fascista) liderado entornes por el ex miembro de las SS
Friedrich Peter, entró en el gobierno junto a los socialdemócratas. En 1999 este partido obtuvo un 27% de los votos, el mejor resultado jamás logrado por un grupo de extrema derecha en Europa desde el fin de la segunda guerra mundial, En 1999 los “liberales’ ocuparon el gobierno de nuevo, esta vez de la mano de los conservadores, asunto que produjo un enorme escándalo en toda Europa. En el Estado de Carintia, este partido de tendencia neonazi ha obtenido un 42% de los votos en las últimas elecciones regionales, un resultado muy superior que el mejor dato electoral de los nacionalsocialistas en la Alemania anterior al gobierno de Hitler (33% de los votos). Austria es, bajo cualquier punto de vista, el lugar mas fascista de Europa.
Tiempo es ya de que los austriacos se enfrenten a sus propios fantasmas, los asuman y , de este modo, se embarquen en la tarea de superarlos, para que así el resto del mundo pueda volver a asociar a este bello país con Mozart o Freud, y no con Hitler o Josef Fritzl.