Yo te quiero por cosas muy cotidianas,
como tu manera de inclinar la cabeza
cuando sales de la ducha,
o el modo despistado con que miras
a través del cristal cuando viajamos en coche.
Te quiero porque te gusta que la gente
sonría cuando hablas, y porque,
aunque casi nunca lloras del todo,
cuando lo hace me conmueves
hasta romperme de cuajo por dentro.
Te quiero porque eres flaca y tu cintura suave,
porque duermes con antifaz
y bebes a sorbos los placeres de la vida.
Te quiero a lo largo de tus piernas infinitas
y de tus labios jugosos.
Y te quiero también por las cosas grandes,
por los logros difíciles,
las horas de desvelo
y las conversaciones dolorosas.
Te quiero porque la vida sin ti
no es vida, sino vacio.
Te quiero porque allí donde tú acabas
yo empiezo,
y no hay nada en medio.
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