miércoles, 16 de julio de 2014

Vanguardia y retaguardia


Todas las guerras son absurdas, pero unas son más absurdas que otras. La Primera Guerra Mundial fue, tal vez, la más absurda de todas. Millones de jóvenes dejaron su vida en las trincheras de esos frentes de aspecto lunar que nunca avanzaban ni retrocedían.  Días, meses, años de lodo hasta las rodillas; de ratas y frío, de mutilaciones horribles; de agonías sin consuelo, de sufrimiento sin sentido.

Se han cumplido ahora cien años del inicio de ese conflicto que cambió la historia de Europa para siempre. Dos comics, altamente complementarios entre sí,  pueden servir de excelente guía para al menos comprender lo que sus millones de protagonistas padecieron. 

El comic, pese a su aparente inocencia, puede ser en realidad un medio poderosísimo para sumergirnos en sensaciones y situaciones ajenas. Es curioso como el dibujo logra muchas veces mayor impacto emocional que la fotografía o como una historia contada en viñetas puede resultar en ocasiones mucho más vívida y elocuente que una película. Y eso es, precisamente, lo que los dos libros de historitas de los que aquí me voy a ocupar logran: colocarnos bajo la piel de los personajes atrapados en esa  sinrazón de la Gran Guerra .

Editado por vez primera en 1993, C'était la guerre des tranchées, del dibujante francés  Jacques Tardi, es ya considerado un  álbum grafico de referencia. En lugar de una narración articulada y coherente, la obra nos describe retazos sueltos, cuentos cortos,  de la miserable vida de los soldados en la primera línea de fuego. Aplaudido por su milimétrica exactitud histórica, todo en este tebeo parece obra de un archivista obsesionado con la fidelidad de los detalles: Uniformes, armas, paisajes….todo apabullantemente documentado. Tanto realismo, no obstante, contrasta con el aire un poco caricaturesco de los personajes, cuyos excesivos gestos y rasgos  algo exagerados, los hace a veces parecer más muñecos que seres reales, y por ello, también, aun más vulnerables, más inocentes, más victimas.

Los soldados de Tardi son ya seres sin esperanza, pero con memoria; con recuerdos de lo que fueron antes de sumergirse en esa nulidad del ser humano que es un ejército en combate. Porque el tebeo de Tardi es, sobre todo, un demoledor alegato contra la guerra, los nacionalismos y la manipulación política. Las historias son desgarradoras, y difíciles de olvidar, como esa del general que bombardea a su propia tropa para evitar que se retire derrotada o que manda fusilar a algunos de sus hombres, elegidos aleatoriamente.

Finnele, de la autora alsaciana Anne Teuf es, en cierto modo, un contrapunto al libro de Tardi…y también su complemento perfecto. Al contrario que en C'était la guerre, Finnele no nos habla de batallas y de la vanguardia del frente, sino de la retaguardia, de la vida que ha dejado de ser cotidiana para los civiles, bajo la sombrea de la guerra.  El protagonista colectivo de Tardi –esa masa de soldados anónimos y desesperanzados- es reemplazado en Teuf por un carácter principal con nombre propio (la niña Finnele) y lleno de alegría y esperanza.  

Hasta en el estilo artístico uno y otro libro parece las caras opuestas de una misma moneda: el trazo grueso de Tardi es dibujo fino en Teuf;  las sombras de carboncillo en Teuf, son tramas de tinta en Tardi. Finnele, con ocho años, vive la guerra como un escenario familiar, aventurero a veces, cotidiano otras…un escenario tras el cual unas vidas son segadas y otras  prosiguen su cauce. La guerra como razón de ser y de no ser, la guerra  como gran monstruo caprichoso que devora o rescata.

A fin de cuentas, leídos los dos tebeos, a uno le queda esta extraña sensación de boca de que nada hay tan inhumano y a la vez tan radicalmente humano como la guerra. 

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