'Voy
a recomendarte algo que le va a gustar a tu hijo y también te va gustar a ti’, me dijo en tipo de la tienda de
comics con un aire de revelar un secreto muy bien cuidado. Sacó de la balda el pequeño
tomo de tapas brillantes con la imagen de unos monigotes muy narigudos en la
portada. ‘Cuando lo lea tu hijo –me dijo,
mirando a Juanito, de ocho años- se va a divertir un montón. Y cuando lo leas
tú, te va a enganchar también’. Picado por la curiosidad, no pude dejar de
comprar el librito. Luego, poco a poco, siguieron otros ocho, hasta casi
completar la colección de Bone. Mi asesor
de tebeos tenía razón: Juanito quedó hipnotizado con Bone desde la primera viñeta…y
yo también.
Bone es el fruto de la obsesión
delirante de Jeff Smith, un dibujante yanqui que durante una década entera no hizo otra cosa más que escribir, dibujar,
editar y auto-publicarse sus historietas de manera un tanto rudimentaria, hasta
que poco a poco despertó el interés del la crítica, llegaron los premios y se convirtió
en un autor de culto entre los aficionados más trendies del obtuso mundo del cómic.
Bone es una saga épica, ambientada en
un mundo de fantasía, que alguien ha llegado a calificar como una suerte de versión
más divertida de El Señor de los Anillos. En efecto, ciertos aspectos generales podrían recordar
a la obra de Tolkien, como esa presencia sigilosa de un mal que resulta
inefable, o la fragilidad intrínseca del héroe. Los bones, la raza de narizones
caricaturescos que sirve de hilo conductor de la historia, recuerdan de algún modo,
con sus torpezas y su entrañable ingenuidad, a los hobbits; los mostroratas
que les persiguen incansablemente parecen versiones agigantadas y algo más inquietantes
de los orcos.
Pero los paralelismos terminan ahí. La
cultista y detallada tramoya histórica y antropológica con que Tolkien revistió
a su obra (esas influencias enciclopédicas de las leyendas germánicas y
celticas, los juegos lingüísticos…) falta por completo en Bone, lo cual, en el
fondo, hace que la ambientación resulte mucho más libre, imaginativa y, de algún
modo, menos pretenciosa. Bone está repleto de guiños humorísticos, muchos aptos
para pequeños y mayores (como la hilarante carrera de vacas), otros en
realidad, enfocados solo a los más grandes; abundan también los reflejos críticos
de la realidad (como la volátil actitud
del pueblo frente a los líderes, o los engaños constantes del tramposo,
avaricioso y ultra-liberal Phoney Bone). En resumidas cuentas: Las historias de
Bone carecen de la gravedad cuasi teatral de Tolkien y resultan, por ello, más
digeribles… pero no por ello más simples. Porque si algo destaca en la obra de Smith es
ese aluvión brutal de creatividad, esa diarrea de argumentos y sub-argumentos
entrecruzados…a veces incluso excesiva.
Porque, a decir verdad, leyendo Bone
se tiene la sensación de que la trama no fue construida a partir de a una noción
preconcebida, sino que más bien fue siendo inventada sobre la marcha. La ventaja
de ese cierto caos en el guión es que uno nunca sabe de verdad lo que va a pasar
en la página siguiente, lo cual hace que la historieta, a fin de cuentas, se
parezca mucho más a la vida real de lo que cabría esperar para tratarse de una
fabula de tono épico. En Bone los personajes vacilan, a veces se repiten; algunos
de sus actos resultan totalmente irrelevantes; otras veces, sencillamente, hay páginas
que sobran…y no obstante, o tal vez por eso mismo, la historia
engancha muchísimo.
Lo mejor de la obra es, pienso, la construcción de los personajes.
Thorn, la abuela, cada uno de los tres bones… son sujetos de perfile definidos,
realistas, pero a la vez multifacéticos y, hasta cierto punto, libres en su
destino y no atados del todo a los estereotipos de sus respectivas personalidades.
Llevo un buen rato deshuesando el estilo narrativo de este comic y aun no
he escrito una palabra sobre la calidad del dibujo y el diseño. Y es que, a
decir verdad, creo que en este punto mi opinión y la de los pocos otros friquis
entusiastas de la obra de Smith difieren de manera notable: Aunque a algunos les
suene a pecado mortal, confieso que a mí los dibujos de Bone no me llaman
especialmente la atención. Claro esta que accedí a esta obra en su versión coloreada,
y no en original a blanco y negro que tantas pasiones ha despertado. En todo
caso la estética de Bone me resulta demasiado propia de los dibujos animados, más
que del arte del comic.
No obstante, esta serie de tebeos me encanta.
Como en el Valle ficticio de este cuento de fantasía desbordada, también en la vida real la historia nunca está predefinida, ni en destino de nuestras vidas escrito en piedra imborrable. Eso es, seguramente, lo que engancha tanto en Bone.
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