Todas las guerras son absurdas, pero unas son más absurdas que otras. La Primera Guerra Mundial fue, tal vez, la más absurda de todas. Millones de jóvenes dejaron su vida en las trincheras de esos frentes de aspecto lunar que nunca avanzaban ni retrocedían. Días, meses, años de lodo hasta las rodillas; de ratas y frío, de mutilaciones horribles; de agonías sin consuelo, de sufrimiento sin sentido.
Se han cumplido ahora cien años del
inicio de ese conflicto que cambió la historia de Europa para siempre. Dos
comics, altamente complementarios entre sí,
pueden servir de excelente guía para al menos comprender lo que sus millones de protagonistas padecieron.
El comic, pese a su aparente
inocencia, puede ser en realidad un medio poderosísimo para sumergirnos en
sensaciones y situaciones ajenas. Es curioso como el dibujo logra muchas veces
mayor impacto emocional que la fotografía o como una historia contada en
viñetas puede resultar en ocasiones mucho más vívida y elocuente que una
película. Y eso es, precisamente, lo que los dos libros de historitas de los
que aquí me voy a ocupar logran: colocarnos bajo la piel de los personajes
atrapados en esa sinrazón de la Gran
Guerra .
Editado por vez
primera en 1993, C'était
la guerre des tranchées, del dibujante francés
Jacques Tardi, es ya considerado un álbum grafico
de referencia. En lugar de una narración articulada y coherente, la obra nos
describe retazos sueltos, cuentos cortos,
de la miserable vida de los soldados en la primera línea de fuego. Aplaudido
por su milimétrica exactitud histórica, todo en este tebeo parece obra de un
archivista obsesionado con la fidelidad de los detalles: Uniformes, armas,
paisajes….todo apabullantemente documentado. Tanto realismo, no obstante,
contrasta con el aire un poco caricaturesco de los personajes, cuyos excesivos
gestos y rasgos algo exagerados, los hace
a veces parecer más muñecos que seres reales, y por ello, también, aun más
vulnerables, más inocentes, más victimas.
Los soldados de
Tardi son ya seres sin esperanza, pero con memoria; con recuerdos de lo que
fueron antes de sumergirse en esa nulidad del ser humano que es un ejército en
combate. Porque el tebeo de Tardi es, sobre todo, un demoledor alegato contra
la guerra, los nacionalismos y la manipulación política. Las historias son
desgarradoras, y difíciles de olvidar, como esa del general que bombardea a su
propia tropa para evitar que se retire derrotada o que manda fusilar a algunos
de sus hombres, elegidos aleatoriamente.
Finnele, de la autora alsaciana Anne Teuf es,
en cierto modo, un contrapunto al libro de Tardi…y también su complemento
perfecto. Al contrario que en C'était la guerre,
Finnele no nos habla de batallas y de la vanguardia del frente, sino de la
retaguardia, de la vida que ha dejado de ser cotidiana para los civiles, bajo
la sombrea de la guerra. El protagonista
colectivo de Tardi –esa masa de soldados anónimos y desesperanzados- es
reemplazado en Teuf por un carácter principal con nombre propio (la niña Finnele)
y lleno de alegría y esperanza.
Hasta en el estilo artístico uno y otro libro parece las caras opuestas de una misma moneda: el trazo grueso de Tardi es dibujo fino en Teuf; las sombras de carboncillo en Teuf, son tramas de tinta en Tardi. Finnele, con ocho años, vive la guerra como un escenario familiar, aventurero a veces, cotidiano otras…un escenario tras el cual unas vidas son segadas y otras prosiguen su cauce. La guerra como razón de ser y de no ser, la guerra como gran monstruo caprichoso que devora o rescata.
Hasta en el estilo artístico uno y otro libro parece las caras opuestas de una misma moneda: el trazo grueso de Tardi es dibujo fino en Teuf; las sombras de carboncillo en Teuf, son tramas de tinta en Tardi. Finnele, con ocho años, vive la guerra como un escenario familiar, aventurero a veces, cotidiano otras…un escenario tras el cual unas vidas son segadas y otras prosiguen su cauce. La guerra como razón de ser y de no ser, la guerra como gran monstruo caprichoso que devora o rescata.
A fin de cuentas, leídos los dos tebeos, a uno
le queda esta extraña sensación de boca de que nada hay tan inhumano y a la vez
tan radicalmente humano como la guerra.