viernes, 5 de julio de 2013

Inmensidad

Cuando yo era niño batallaba con las olas. Jugaba a saltarlas, y cuando venían ralas, provocaba al mar con insultos para enfurecerle. ¡Idiota, mar! ¡no puedes conmigo!- gritaba.  Enfadado, el océano me atacaba entonces con embates mucho más fuertes, que a mi me hacían saltar como loco, revolcándome entre la espuma. Feliz al fin, yo le pedía perdón al mar por haberle ofendido y le daba luego las gracias.

Al final de la tarde, con la luz del sol ya bañando de cobre la superficie inmensa del agua, me tumbaba sobre la arena húmeda, y me dejaba acariciar por ese mismo mar, ahora dócil. Abrazado por su frescura maravillosa, cerraba los ojos sin pensar ya en nada,  mecido por la inmensidad.

(Foto: Nacho Huerga)

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