Algunos monjes zen de la escuela rinzai decidieron hace siglos que permanecer sentados meditando koans –esos acertijos sinsentido que buscan romper el bucle del ego- sobre el tatami estaba muy bien, peor que el gran reto sería tal vez meditar tocando la flauta, con un cesto cubriendo la cabeza (para evocar la negación del ego personal) mientras caminaban de forma itinerante.
Un par de siglos después los shogunes, amos despóticos del nuevo Japón naciente, encontraron estas prácticas demasiado heterodoxas y prohibieron tocar la flauta tradicional japonesa con fines religiosos. Dicen que sospechaban que algunos samurais enemigos de la naciente monarquía centralizada se escondían bajo los cestos de mimbre. Quien sabe. Aunque la prohibición sólo duró 4 años, acabó casi por completo con la práctica de los monjes flautistas errantes.
Como casi siempre sucede, algunos monjes logaron mantener viva la tradición a escondidas. Hoy, el shakuhachi, o música zen con flauta, es una rareza al borde de la extensión, y solo unos pocos maestros elevados, en un par de monasterios, conocen sus verdaderos secretos. No obstante, y gracias a Youtube, puedo ahora también yo escucharlo.
El sonido silbante del aire arrastrándose a través del caño de la flauta me produce la misma sensación que la de alguien soplándome en el cogote. Es increíble.
(Foto: Ignacio Huerga)