Han descubierto un nuevo cuadro de Velázquez en los sótanos del museo de la Universidad de Yale.
Parece que hay pocas dudas de la autenticidad de la obra. Es una noticia extraordinaria. Tanto que, después de escribir la primara frase de esta entradilla, la releo y me parece que en realidad he comenzado a narrar un cuento.
El cuadro corresponde a la etapa sevillana del genio, y representa a la Virgen María de niña, con sus padres. No se tenía constancia alguna de la existencia de esta obra. La historia de cómo termino en Yale no esta aun del todo clara, aunque parece que un marino americano lo adquirió en España durante la época de la desamortización de Mendizábal.
No es la primera vez, en tiempos recientes, que sale a la luz un óleo no conocido del pintor. En 2009 el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York descubrió por sorpresa, tras limpiar a fondo un muy deteriorado retrato anónimo de su colección, que en realidad se trababa de una obra velazqueña.
Hay muchos pintores que me fascinan (Botticelli, Miguel Ángel, El Greco, Goya, Monet, Roerich, Picasso … y tantos otros), pero creo que solo hay dos que me llevan literalmente, al enajenamiento: Vermeer y Velázquez. Después de contemplar por unos segundos la obra de alguno de estos monstruos del arte, comienzo a los pocos segundos a sentir (casi a padecer) un cosquilleo que me comienza en el cogote y se expande en oleadas a lo largo del cuerpo, hasta los dedos de la mano y la punta de los pies. A la vez, la mente se queda en blanco, la mirada se hunde en el fondo del cuadro y comienzo a sentirme, literalmente, dentro del lienzo. Es una sensación extremadamente agradable, que también me sucede algunas veces mirando detenidamente un paisaje (sobre todo el mar), observando los detalles de una iglesia románica o de una catedral gótica, escuchando Mozart o enfaenado en otras actividades que no es menester describir aquí.
El que sigan descubriéndose obras de Velázquez es, de algún modo, como si el maestro siguiera vivo y produciendo obra. Eso me llena de esperanzas. Porque hay un cuadro que Velázquez no sabemos si pintó, pero yo sueño con que lo hiciera y que algún día aparezca: Una vista de Venecia.
El pintor, durante su primer viaje a Italia, visitó la ciudad en su recorrido desde Génova hasta Roma. Según Pacheco, durante su estancia en la capital del Veneto Velazquez fue recibido por el Embajador de España y, según Boschini, compro allí al menos cinco cuadros para la Corte de Madrid (obras de Tiziano, Veronés y Tintoretto). No obstante, no témenos constancia alguna si durante sus días (o semanas) en Venecia el pintor hizo uso de sus pinceles. ¿Pudo sustraerse al encanto de la ciudad más mágica del mundo y no esbozar si quiera una vista de los canales?
Yo creo que tal cuadro existe, y el día que lo vea, el cosquilleo brotando del cogote comenzará de nuevo, para ya no detenerse nunca.
Foto: Ignacio Huerga
Parece que hay pocas dudas de la autenticidad de la obra. Es una noticia extraordinaria. Tanto que, después de escribir la primara frase de esta entradilla, la releo y me parece que en realidad he comenzado a narrar un cuento.
El cuadro corresponde a la etapa sevillana del genio, y representa a la Virgen María de niña, con sus padres. No se tenía constancia alguna de la existencia de esta obra. La historia de cómo termino en Yale no esta aun del todo clara, aunque parece que un marino americano lo adquirió en España durante la época de la desamortización de Mendizábal.
No es la primera vez, en tiempos recientes, que sale a la luz un óleo no conocido del pintor. En 2009 el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York descubrió por sorpresa, tras limpiar a fondo un muy deteriorado retrato anónimo de su colección, que en realidad se trababa de una obra velazqueña.
Hay muchos pintores que me fascinan (Botticelli, Miguel Ángel, El Greco, Goya, Monet, Roerich, Picasso … y tantos otros), pero creo que solo hay dos que me llevan literalmente, al enajenamiento: Vermeer y Velázquez. Después de contemplar por unos segundos la obra de alguno de estos monstruos del arte, comienzo a los pocos segundos a sentir (casi a padecer) un cosquilleo que me comienza en el cogote y se expande en oleadas a lo largo del cuerpo, hasta los dedos de la mano y la punta de los pies. A la vez, la mente se queda en blanco, la mirada se hunde en el fondo del cuadro y comienzo a sentirme, literalmente, dentro del lienzo. Es una sensación extremadamente agradable, que también me sucede algunas veces mirando detenidamente un paisaje (sobre todo el mar), observando los detalles de una iglesia románica o de una catedral gótica, escuchando Mozart o enfaenado en otras actividades que no es menester describir aquí.
El que sigan descubriéndose obras de Velázquez es, de algún modo, como si el maestro siguiera vivo y produciendo obra. Eso me llena de esperanzas. Porque hay un cuadro que Velázquez no sabemos si pintó, pero yo sueño con que lo hiciera y que algún día aparezca: Una vista de Venecia.
El pintor, durante su primer viaje a Italia, visitó la ciudad en su recorrido desde Génova hasta Roma. Según Pacheco, durante su estancia en la capital del Veneto Velazquez fue recibido por el Embajador de España y, según Boschini, compro allí al menos cinco cuadros para la Corte de Madrid (obras de Tiziano, Veronés y Tintoretto). No obstante, no témenos constancia alguna si durante sus días (o semanas) en Venecia el pintor hizo uso de sus pinceles. ¿Pudo sustraerse al encanto de la ciudad más mágica del mundo y no esbozar si quiera una vista de los canales?
Yo creo que tal cuadro existe, y el día que lo vea, el cosquilleo brotando del cogote comenzará de nuevo, para ya no detenerse nunca.
Foto: Ignacio Huerga
2 comentarios:
Me encanta como a tí eldisfrutar tanto viendo u oyendo arte, esto es semsibilidad
Juanito, Velázquez pintó el aire como nadie lo había hecho hasta entonces y habría sido impagable el ver cómo representaba la atmósfera mágica de Venecia, pero no dejaba de ser un hombre de su época y no era el paisaje un tema de gusto para la pintura del momento.. La pintura era una forma de expresar principalmente necesidades de comunicación de la Iglesia con sus fieles y del poder civil con el pueblo. No se encargaban cuadros por su valor artístico (concepto que se desarrolló mucho más tarde) si no por su capacidad de transmitir aquello que quien pagaba pretendía en ese momento. Tuvieron que pasar dos siglos para que el paisaje llegara a ser considerado digno de ser represntado en un cuadro. Y efectivamente fue Venecia la elegida para ese papel gracias a Canaletto que elevó el paisaje a ese nivel. No podía haber sido otra ciudad.
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