martes, 1 de octubre de 2013

Universos paralelos (I)

Certezas e incertidumbres

Una de las aportaciones científicas más apasionantes de la historia del pensamiento humano  es tal vez es denominado "principio de incertidumbre" o "problema de la medida", introducido por la física cuántica y conforme al cual, en el mundo subatómico, el observador altera lo observado por el mero hecho de su observación. Esta paradoja, demostrada tanto matemática como empíricamente, socava por completo el supuesto clásico de la existencia de una realidad objetiva.

Que una noción  tan revolucionaria  no haya hecho añicos nuestra interpretación cotidiana de lo existente es algo que nunca he llegado a entender. A fecha de hoy la mayor parte de la humanidad se sigue en gran medida dividiendo  entre los creyentes en la noción personal y tradicional de Dios de un lado, y los ateos atrapados en una interpretación 'materialista' y newtoniana de la realidad del otro lado.

La idea de Dios, en su acepción tradicional propia de interpretaciones estrechas e infantiles de las religiones monoteístas es completamente incompatible con el pensamiento científico. Pero la creencia materialista, también miope, de que lo único que existe es este Universo fisico y tridimensional es, así mismo, irreconciliable con la física cuántica.

Frente al dilema del principio cuántico de incertidumbre, sólo hay tres salidas viables, entorno a cada una de las cuales se ha conformado una corriente de pensamiento en la comunidad científica.

Por un lado, queda la opción fácil de renunciar a una interpretación coherente para explicar porqué la certeza se diluye siempre en esa irritante impredicitibilidad;  esta es la visión propia de la física cuántica tal y como fue formulada inicialmente por Niels Bohr y la escuela de Copenhague. De modo semejante, las más recientes seguidores de la teoría del caos  también renuncian a buscar una explicación al  principio de incertidumbre.  Son, de algún modo, los 'agnósticos' de la comunidad científica.

Una segunda opción, es aceptar que existe una entidad más allá de lo estrictamente físico, que no está sujeta a las leyes de la mecánica cuántica y a la que podríamos llamar conciencia. Si asumimos teóricamente esta posibilidad, resolvemos automáticamente el problema del principio de incertidumbre. Nada hay pues de descabellado, científicamente hablando, en esta hipótesis. Con diferentes formulaciones, esta idea es de hecho sustentada por algunos de los físicos más importantes. Subyacía en las formulaciones matemáticas de Von Newman (paradójicamente, uno de los padres de la bomba atómica) y se ha hecho explicita en el llamado teorema de Bell. Se podría pensar que es imposible demostrar, con instrumentos y métodos físicos propios del plano objetivo, la existencia de esta dimensión  subjetiva de la realidad. Pero, por increíble que parezca, varios experimentos recientes parecen demostrar que los fotones y otras las partículas subatómicas son capaces de ponerse de acuerdo.  
  
La tercera respuesta posible al principio de incertidumbre es que en realidad existen una infinitud de universos paralelos y que por tanto todas las opciones posibles suceden, en uno u otro de esos mundos simultáneos. Esta fascinante teoría fue formulada por vez primera por un oscuro físico llamado Hugh Everett . Aunque desdeñada en un principio, hoy su validez es defendida por la mayoría de la comunidad científica (para ser exactos, por un 58% de los físicos cuánticos consultados en una encuesta realizada hace unos años en Estados Unidos).

La idea de  infinitos universos simultáneos donde todas las realidades posibles suceden a la vez,  o la tesis de una sutil conciencia o alma unificadora que subyace a todo lo existente,  se alejan ambas bastante de la noción de un Dios trascendente y separado de la naturaleza pregonada por el Cristianismo dogmático y otras  religiones. Estas hipótesis cuánticas tampoco casan con el argumento puramente materialista del mundo conforme a la cual no hay otra realidad al margen de la que podemos ver, tocar y medir. 

La mayor parte de la humanidad, fuera del diminuto circulo de los matemáticos y los físicos cuánticos, vive (vivimos) ignorando las implicaciones filosóficas y existenciales que estos nuevos paradigmas plantean en respuesta a las preguntas fundamentales de nuestro ser. El vértigo es enorme, pero fascinante.

Fotos: Luis Echanove 

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