Desde el estricto punto de vista de lo politicamente correcto (que, como es bien sabido, es la forma de ética oficial que rige las sociedades postmodernas) la prohibición de los toros en Cataluña se ha quedado muy corta. Si el maltratado animal justifica realmente la medida, debería hacerse extensiva al resto de España, e implicar sanciones penales para los maltratadores: toreros, picadores, banderilleros, monosabios y hasta mulilleros(porque las mulas también sufren lo suyo cargando a la bestia muerta) deberían ingresar en el trullo. Los pasodobles y coplillas taurinas merecen ser también perseguidos, por apología del terrorismo bovino. Además, por supuesto, deberían erradicarse todas las fiestas populares con animales.
Muchas otras celebraciones tradicionales, apliando la legislación vigente y los principios de lo politicamente aceptable, merecerían ser desterradas de nuestra sociedad con igual celo.
El Misterio de Elche es un buen ejemplo. Para empezar, implica trabajo infantil, puesto que la mayor parte de los papeles son ejecutados por niños, cuyas vidas son puestas en riesgo al hacerles descender sobre una pequeña plataforma desde la cúpula de la iglesia. Además, contraviene la ley de igualdad, dado que las niñas están excluidas de participar en la representación. Hasta el papel de Virgen María queda reservado a un varoncito. Por otra parte, las medidas legales sobre seguridad en elevadores y ascensores son incumplidas sistemáticamente, ya que la plataforma en cuestión se hace bajar a mano mediante un arcaico sistema de poleas. Finalmente, el guión de este auto sacramental es manifiestamente antisemita: en el momento cumbre del Misterio, la Virgen María petrifica con sus poderes mágicos a a los judíos por abyectos e infieles.
El butefumeiro compostelano contraviene de forma clara la legislación sobre contaminación por humos en espacios cerrados. Las racistas fiestas de Moros y Cristianos, en las que los musulmanes siempre resultan perdedores, sólo deberían ser autorizadas si al menos en una de cada dos ocasiones los pobres moros resultasen vencedores, para balancear un poco. El disfraz de chulo, en la verbena de la Paloma, requiere de un inmediato cambio de nombre, dado que el proxenetismo, en nuestro país, es ilegal.
La celebración de Las Fallas supone un evidente delito de estragos y daños a la propiedad, además de fomentar la piromanía. Las procesiones de empalados en La Vera promocionan la tortura. En la Feria de Abril, los Carnavales de Tenerife y tantas y tantas verbenas populares se vulneran sistemáticamente los derechos de propiedad intelectual de los autores de las piezas musicales bailadas y tarareadas por los asistentes, en manifiesto incumplimiento de las directivas europeas sobre el asunto. Los castillos humanos catalanes ponen en juego la vida del menor que culmina la torre, en evidente contradicción con la carta Universal de los Derechos del Niño.
Para simplificar las cosas, bastaría pues con prohibir toda forma de cultura popular para así modernizar definitivamente nuestra sociedad. Los poderes públicos deberían fomentar, únicamente, formas de entretenimiento compatibles con lo politicamente correcto, tales como la televisión (incluidos los programas de cotilleo y el cine violento), los deportes (por ejemplo, el boxeo), los casinos y las máquinas tragaperras.
(Foto: 'Fiesta de Moros y Cristianos en Elche'. Ezequiel Sánchez)