viernes, 12 de febrero de 2010

Belén

En una recóndita carpeta de mi portail he encontrado el texto que abajo reproduzco. Lo escribí hace ocho años; pero nada ha cambiado.

Acabamos de regresar de cenar en Belén. Era una cena de despedida. Todas las despedidas son tristes, pero algunas, mucho más que otras. Esta ha sido de las más tristes de toda mi vida.

Mientras Europa se ilumina de luces con la Navidad ya a las puertas, Belén, el pueblo dónde todo aquello empezó, no sólo no está engalanado con ni una estrella luminosa…es que ni tan siquiera tiene farolas. Los tanques israelíes tiraron casi todas abajo en su última invasión. Por sus calles oscuras la gente camina cabizbaja y con prisa, intentando olvidar, tal vez, que están solos. Estas Navidades, los treinta mil palestinos cristianos de Belén no celebrarán nada. Mientras en todo el mundo la gente rememorará lo que allí sucedió hace dos mil años, las gentes de carne y hueso que mal viven asediadas en Belén tienen como única esperanza que al menos la noche del 24 de diciembre el ejercito israelí no bombardee. Una noche de paz en Belén, al menos una noche…

Nuestro amigo Majeed es también cristiano. Vive en Beit Sahur, el pueblito dónde el arcángel se apareció a los pastores. Está en la cincuentena. Es doctor, uno de los mejores en la zona. Dirige una organización de salud que atiende varias clínicas para prestar servicios médicos a la población de menos recursos. Majeed pasará sus navidades sólo, sin su familia. Su mujer y sus hijos han viajado a Estados Unidos, dónde ella nació. A él las autoridades israelíes le impiden salir del limitado perímetro de Beit Sahur. Ahmed, el otro responsable de la organización, tampoco podrá estar con él en estas fechas. Ahmed fue detenido hace un mes y medio. Nadie sabe cuanto tiempo pasará en la cárcel. Tal vez seis años. Su delito: luchar, con sus ideas como único instrumento, por la independencia de su patria. Luchar, sí, luchar con las armas del intelecto, con bisturí, no con pistolas, con tesón, no con odio. Luchar para ayudar a los demás. Luchar , en fin, por el futuro de sus hijos en el que no haya más humillaciones, más torturas, más saña inhumana, más ocupación militar.

Nos hemos ido de Belén, y en el check point de la salida, un imberbe soldado israelí de origen ruso, mientras nos pedía los papeles, ha mostrado sin darse cuenta un amplio crucifijo escondido en un bolsillo. Como tantos otros, emigró a Israel en pos de una vida mejor, agarrándose a algún antecedente familiar judío, religión que, él mismo, no practica. Aquel soldado sólo ha peregrinado a Belén dentro de un tanque, en alguna de las numerosas incursiones israelíes al centro del pueblo. Aquel soldado, como tantos otros cristianos a lo largo y ancho del mundo, cenará caliente en su noche de paz, el 24 de diciembre.

(Foto: Nacho Huerga)

No hay comentarios: