Cincuenta y siete personas (o tal vez más, siguen buscando cadáveres) han sido asesinadas en una emboscada la semana pasada en Maguindano, Filipinas. Eran civiles en su mayoría, incluidos una docena de periodistas y numerosas mujeres y niños. No es una atrocidad aislada. Se trata, más bien, de un caso extremo y especialmente horrendo de la forma de hacer política en el país.
Filipinas vive gobernada por élites locales que en cada provincia reinan, roban fondos públicos y asesinan a oponentes a su antojo, amparadas muchas veces por ejércitos privados. La mayoría de esas familias poderosas llevan ejerciendo el control local desde hace generaciones. Se reparten los puestos públicos con total nepotismo: alcaldes, gobernadores, congresistas, senadores...apenas una cuarentena de apellidos coaptan todos los puestos públicos. Los políticos filipinos trafican con los votos, compran la voluntad de los electores con prebendas o, en última instancia, acuden al más vulgar pucherazo. La actual presidenta, Gloria Macapagal, ganó hace cuatro años fraudulentamente las elecciones, apoyada, por supuesto, por las camarillas mafiosas de las provincias. Durante su mandato cientos de periodistas, de activistas de derechos humanos y de opositores de izquierda han sido asesinados por grupos paramilitares a lo largo y ancho del país. En el caso de la matanza del lunes todo apunta como responsable de la salvaje carnicería al poderoso clan de los Ampatuan, el firme aliado de Macapagal en la región. Muchos testimonios indican que altos mandos policiales también están directamente implicados.
En las enciclopedias, en la CNN y en los discursos de los políticos internacionales se define a Filipinas como “una democracia”.
Filipinas vive gobernada por élites locales que en cada provincia reinan, roban fondos públicos y asesinan a oponentes a su antojo, amparadas muchas veces por ejércitos privados. La mayoría de esas familias poderosas llevan ejerciendo el control local desde hace generaciones. Se reparten los puestos públicos con total nepotismo: alcaldes, gobernadores, congresistas, senadores...apenas una cuarentena de apellidos coaptan todos los puestos públicos. Los políticos filipinos trafican con los votos, compran la voluntad de los electores con prebendas o, en última instancia, acuden al más vulgar pucherazo. La actual presidenta, Gloria Macapagal, ganó hace cuatro años fraudulentamente las elecciones, apoyada, por supuesto, por las camarillas mafiosas de las provincias. Durante su mandato cientos de periodistas, de activistas de derechos humanos y de opositores de izquierda han sido asesinados por grupos paramilitares a lo largo y ancho del país. En el caso de la matanza del lunes todo apunta como responsable de la salvaje carnicería al poderoso clan de los Ampatuan, el firme aliado de Macapagal en la región. Muchos testimonios indican que altos mandos policiales también están directamente implicados.
En las enciclopedias, en la CNN y en los discursos de los políticos internacionales se define a Filipinas como “una democracia”.
(Foto:Luis Echánove)