No soy monárquico y estaría encantado de que mañana mismo se proclamase la Tercera República. Aunque espero y aspiro a que Cataluña siga en España, me parece razonable que tenga lugar un referéndum sobre su futuro y respeto profundamente la opinión de los independentistas -como, por otra parte, la de todo el mundo, siempre que se expresen democrática y pacíficamente.
Dicho esto, encuentro absolutamente lamentable que algunos independentistas exterioricen sus postulados mediante la quema de banderas españolas o de fotos del rey. Es una actitud descerebrada y fascistoide, una provocación vitriólica que solo genera espirales de odio.
Me resultaría igualmente aberrante que alguien quemase una senyera o una foto de Tarradellas, Jaume Companys o Puigdemont y escribiría exactamente lo mismo aquí si así sucediese.
Creo que los mensajes políticos debe realizarse en clave positiva, de reafirmar el pensamiento propio, en lugar de denigrar u ofender al de los contrarios de modo gratuito.
Quienes han quemado esas fotos buscan causar daño innecesario y herir los sentimientos de quienes no piensan como ellos. Con ello hacen un flaco servicio a su causa.
A falta de neuronas para argumentar cívicamente, utilizan sus mecheros para tensar la cuerda y radicalizar a sus contrincantes, en una típica estrategia propia de neonazis o de matones de barrio.
Viva la convivencia, abajo las actitudes de odio.
(Foto: Luis Echanove)
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