Ya se sabe que en el mundo existen museos para todos los gustos: desde el museo de los parásitos, en Tokio (cuya colección incluye, según información oficial de la pagina de turismo de Japón, ' un gusano de más de 8 metros de longitud encontrado en los intestinos de un ciudadano de Yokohama que en 1986 se infectó tras comer sushi') hasta el de carruajes fúnebres en Barcelona, sin olvidarnos del excéntrico museo de los collares de perro del castillo de Leeds o del estrambótico museo de las Santas Animas del Purgatorio, sito en la Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio, en Roma.
Gestionado privadamente y ubicado junto a los lavabos de un cine abandonado, el MOBA (http://museumofbadart.org) reúne una colección de más de 600 pinturas procedentes de diferentes rincones del mundo, todas ellas de abominable estilo y traza o, como la curadora de la colección prefiere denominarlas, de 'alta pésima calidad'. Se trata, pues, de piezas pictóricas de supuesto arte cuyo nulo valor estético demuestra, no solo un desconocimiento total por parte del autor de los mas elementales rudimentos de la pintura sino, además, un lamentable gusto a la hora de escoger los temas, las composiciones, los colores, etc. Tal y como he comprobado al consultar en Internet el catalogo de la colección, el MOBA reúne horripilantes óleos de caniches, vomitivos retratos de payasos en tonos pastel, acuarelas surrealistas tales como una intitulada 'mujer subida en un crustáceo', así como una aberrante colección de insufribles paisajes, por no mencionar unos conejitos robóticos cuya visión me ha producido unas desesperadas ganas de golpear la pantalla el ordenador y salir corriendo.
El modo como los cuadros del MOBA nos hablan de la inhabilidad de sus autores para comunicar algo a través de las obras resulta, hasta cierto punto, casi entrañable. Tal y como reza el manifiesto fundacional del MOBA, se trata, en definida, de 'arte demasiado malo como para ser ignorado'.
Además de su colección permanente, MOBA organiza de vez en cuando exposiciones temporales en diferentes puntos de Boston, incluyendo la exhibición de sus obras más espantosas en trenes de lavados de coches. Sueño con el día en que el MOBA abra sucursales por todo el mundo y, al fin, las grandes masas del Planeta puedan deleitarse con lo peor del arte jamás creado.
(Fotos: Superior, Luis Echanove; inferior, cartel del MOBA)
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