Uno de los escasos efectos positivos que le encuentro a la horrible crisis financiera internacional actual es sus efectos en la caída de los precios de las islas. Por razones difíciles de entender, incluso para mí mismo, siempre me han fascinado estos accidentes geográficos. Ocasionalmente, buceo en el puñado de sitios de Internet dedicados a la venta de islas, islotes, atolones o incluso archipiélagos enteros. Practico esta esquizoide afición con la obvia intencionalidad de fantasear con la idea de imaginarme reino y señor de mi propia micro-nación insular (ningún hombre es una isla, pero poseer una isla propia constituye el paradigma mayúsculo del egocentrismo). Nunca, pues, me había planteado en serio, ni remotamente, la posibilidad de comprar una isla. Sin embargo, con la brutal caída de precios que estoy constatando, por primera vez he dejado que la idea comience a fluir desde la fantasía pura al ámbito de la especulación racional.
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Enlaces y desenlaces
- Articulo sobre los cultivos transgénicos, El País, 2016
- Entrevista en el Georgian Journal, 2015
- Viñetas didácticas sobre agricultura, 2014
- Condecoracion con la Orden del Toisón de Oro, Georgia, 2015
- Articulo de la FAO, 2009
- Entrevista despues del huracan Katrina, Filipinas, 2009
- Articulo sobre cambio climático y bosques, Filipinas, 2009
- Recuento de cooperantes en el mundo, ACP, 2005
- Articulo sobre Palestina en El Pais, 2001
- Articulo sobre Guatemala, 1997
- Breve sobre guerra de Los Balcanes, El País, 1995
1 comentario:
Juan, me parece genial y de lo más tentador el tener una isla propia. Yo siempre lo he pensado, quizás por eso tús genes lo han heredado
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