Leo en un artículo del Economist que algunos estudios recientes han descubierto correlaciones en diferentes países entre la incidencia de la toxoplasmosis y asuntos tales como el número de atropellos, la tasa de esquizofrenia o el porcentaje de niños con baja atención en la escuela.
Hasta hace poco se pensaba que la toxoplasmosis, una enfermedad vírica transmitida por gatos y ratones, sólo suponía una amenaza para los fetos y lactantes, para los cuales es casi siempre letal. Para los demás, sufrirla entraña más o menos los mismos síntomas que padecer un catarro vulgar y corriente. Varias investigaciones apuntan ahora a que, en cambio, padecer la toxoplasmosis puede ejercer una brutal influencia en el carácter humano. Las sociedades donde esta enfermedad está más presente, como por ejemplo Francia (debido al consabido amor galo por los felinos domésticos), son más propensas a los trastornos de la personalidad y a las reacciones imprevisibles. No es pues sólo que nos parezcamos a nuestras mascotas; es que nuestras mascotas nos hacen ser lo que somos.
Si estas teorías llegan a probarse, nos encontraríamos ante una relación causa-efecto directa entre el amor de los franceses por los gatos y su tendencia a su visión existencialista de la vida. El existencialismo, a fin de cuentas, es la racionalidad impredecible. Yo siempre había sospechado que había algo de gatuno en el pensamiento francés. No me puedo imaginar a Camus, a Monet o a Degaulle sin un gato rondándoles los pies y hechizándoles con su mirada intensa. Pero nunca pensé que la ciencia llegase a demostrar esta relación.
Probablemente, a la postre, incluso se dé un efecto tipo centrifugadora, de modo que cuanto más existencialistas y divagadores se vuelven los franceses por culpa de la toxoplasmosis, más se sienten atraídos por los siempre misteriosos e individualistas mininos, lo cual, a su vez, incrementa la exposición a la enfermedad, y con ello, mayor es el grado de su existencialismo mental, y vuelta a empezar.
Ya solo falta que un artículo científico nos aclare por fin la relación vírica entre el amor británico por los perros y su bien consabida flema (*).
Hasta hace poco se pensaba que la toxoplasmosis, una enfermedad vírica transmitida por gatos y ratones, sólo suponía una amenaza para los fetos y lactantes, para los cuales es casi siempre letal. Para los demás, sufrirla entraña más o menos los mismos síntomas que padecer un catarro vulgar y corriente. Varias investigaciones apuntan ahora a que, en cambio, padecer la toxoplasmosis puede ejercer una brutal influencia en el carácter humano. Las sociedades donde esta enfermedad está más presente, como por ejemplo Francia (debido al consabido amor galo por los felinos domésticos), son más propensas a los trastornos de la personalidad y a las reacciones imprevisibles. No es pues sólo que nos parezcamos a nuestras mascotas; es que nuestras mascotas nos hacen ser lo que somos.
Si estas teorías llegan a probarse, nos encontraríamos ante una relación causa-efecto directa entre el amor de los franceses por los gatos y su tendencia a su visión existencialista de la vida. El existencialismo, a fin de cuentas, es la racionalidad impredecible. Yo siempre había sospechado que había algo de gatuno en el pensamiento francés. No me puedo imaginar a Camus, a Monet o a Degaulle sin un gato rondándoles los pies y hechizándoles con su mirada intensa. Pero nunca pensé que la ciencia llegase a demostrar esta relación.
Probablemente, a la postre, incluso se dé un efecto tipo centrifugadora, de modo que cuanto más existencialistas y divagadores se vuelven los franceses por culpa de la toxoplasmosis, más se sienten atraídos por los siempre misteriosos e individualistas mininos, lo cual, a su vez, incrementa la exposición a la enfermedad, y con ello, mayor es el grado de su existencialismo mental, y vuelta a empezar.
Ya solo falta que un artículo científico nos aclare por fin la relación vírica entre el amor británico por los perros y su bien consabida flema (*).
Foto: Luis Echanove
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(*) Prefiero no pronunciarme sobre el fetichismo hispánico con el jamón, para no arribar a conclusiones embarazosas.
2 comentarios:
No estoy de acuerdo sobre el fetichismos que puede ser consecuencia del amor a los gatos o perros, creo más bien que las personas que amamos a los animales somos quizas personas con sentimentos ,respecto a la enfermedad de la texiomastosis, que puedan contagiar, pienso que será en animales descuidados por sus amos yo tengo 2 gatos y una perrita a los que adoro y me hacen mucha compañia
corrijo sobre mi comentario, la enfermedad que pueden transmitir los gatos no es texiomatosis, sino toxoplasmosis
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