El discurso político actual está en gran medida dominado por categorías propias de la esfera de las religiones. El supuesto “choque de civilizaciones” no es sino una paráfrasis para referirse al enfrentamiento de Occidente con la versión ultra-ortodoxa del Islam. Tal conflicto no sólo hace los titulares de todas las portadas de la prensa mundial (en referencias a Irak, Afganistán, Pakistán, atentados en Occidente y demás), sino que domina –más bien habría que decir “encajona”- todo el discurso geoestratégico mundial.
Más allá de la dialéctica Occidente-Islam, el peso de la esfera de lo religioso en la agenda política y económica no cesa tampoco de aumentar. Los ejemplos abundan: la pujanza China es explicada con referencias al espíritu utilitarista del confucionismo; en las librerías de todo el mundo docenas de títulos intentan convencer a los altos ejecutivos sobre los parabienes de la mentalidad religiosa de los antiguos guerreros zen del Japón; en las arena pública norteamericana el tema de la religión parece ocupar más tiempo en los debates que las discusiones sobre como erradicar la pobreza o reducir el efecto del cambio climático; el Papa compite en atención mediática con los artistas del cine o la música; en Tíbet o en Birmania son los monjes quienes inician las protestas sociales; en Filipinas, la Iglesia pone y quita presidentes. No es ya que la religión “esté de moda”; es más que eso: la religión acapara la actualidad mediática y política mundial como nunca antes desde el inicio del secularismo, hace siglo y medio.
Pero, más que este revival de las formas religiosas en estricto sentido, y más también que ese enorme eco mediático-político que todo lo relacionado con la religión (o las religiones) parece tener hoy en día, lo que en verdad resulta fascinante es como la mentalidad religiosa se expresa también en las esferas “laicas”. Lo numinoso, lo sagrado, sigue inundando el modo de vida occidental –y mundial-. Y es que, en definitiva, tal y como expresara Mircea Elieade, “las crisis del hombre son en gran medida crisis religiosas, en la medida en que son expresiones de la toma de conciencia de una falta de sentido”.