El invierno. Ya no hay duda alguna de que esta es una pandemia con una fuerte dosis estacional (como casi todas). Las bajas temperaturas favoreces la supervivencia del virus, y además empujan a la gente a pasar mas tiempo es espacios cerrados y sin ventilación. Por eso, en el hemisferio Norte, el invierno irremediablemente traerá subida de casos.
Caída de los niveles de inmunidad. La inmunidad frente al Covid19, ya sea obtenida por la vacuna o por haber contraído el virus, no es eterna, decae con el tiempo. Está ya probado que, a los 6 meses, los niveles de protección de las vacunas comienzan a descender gradualmente. La vacunación en el Viejo Continente se inició hace 9 meses, con los grupos de más riesgo. Aunque la implementación de la tercera dosis comenzara de inmediato, ya va a resultar inevitable un escenario de cierto periodo de tiempo con amplias capas de la población con menores niveles de protección en los próximos meses.
Bajas tasas de vacunación en el entorno geográfico. En la mayor parte de los países del Este de Europa, y pese a que el acceso a las vacunas allí ha sido el mismo que en Europa Occidental, los índices de vacunación son muy bajos debido a la resistencia de amplias capas de la población a vacunarse. Otro tanto sucede en África, en este caso debido a la falta de acceso a las vacunas. El virus no conoce fronteras y mientras haya ámbitos geográficos con bajos niveles de vacunación, el riesgo sigue siendo global.
Variantes mas infecciosas y/o letales. La pregunta ya no es si van a surgir variantes mas infecciosas o letales, y ante las cuales la protección de las vacunas sea insuficiente, si no cuando va a suceder. Con un índice de circulación del virus en el mundo todavía tan elevado, es solo una cuestión del tiempo. De hecho, hay varias variantes mas lesivas que la Delta que han brotado recientemente, incluida la variante AY.42 o ‘delta plus’, cuya contagiosidad es superior a la de la delta ‘clásica’; o la A.30, identificada por primera vez en Angola y en Suecia, que muy probablemente evade la inmunidad adquirida por las vacunas, o la variante B.1.640, descubierta en Bretaña y tal vez originada en Congo y que presenta mutaciones nunca vistas antes que podrían hacer elevar sustancialmente su contagiosidad. No obstante, ninguna de estas variantes surgidas hasta ahora han logrado, ni parece que vayan a lograr, suplantar a la ubicua variante Delta, que ya constituye mas del 90% de todas las infecciones por Covid19 en el mundo. Para que una nueva variante logre hacerse hegemónica, hace falta que sea todavía mas fácilmente transmisible que Delta. Delta es al menos el doble de contagiosa que ninguna de las variantes previas. El propio surgimiento de Delta es la prueba evidente de que la ciega lógica de la probabilidad de las mutaciones puede conducir al surgimiento de variedades mucho contagiosas que las anteriores. Es solo una cuestión de probabilidad que alguna de las nuevas variantes que surgen constantemente logre causar síntomas mas graves, evadir mejor las vacunas y transmitirse mejor.
Debemos, como sociedad y como individuos, acostumbrarnos a convivir con elevados niveles de incertidumbre sin que ello nos produzca necesariamente depresión o ansiedad. La Humanidad ha vivido expuesta durante milenios a todo tipo de avatares, y de hecho, gran parte de la población del Planeta convive ese mismo día a día de incertidumbre en el futuro. A veces pienso que el problema principal no es la pandemia en si, sino nuestra incapacidad en las sociedades posmodernas de aceptar la adversidad como parte misma del tejido de la existencia.
Superaremos esta pandemia. Cuan elevado sea el coste para lograrlo depende de nuestra capacidad, como sociedades, para mantenernos firmes en nuestros valores: los valores de solidaridad con los países que no pueden afrontar adquirir las vacunas que necesitan; valores de confianza en la razón y la ciencia frente a la paranoia esquizoide de la desinformación contra las vacunas; valores de equidad social para apoyar a quienes más sufren el impacto social y económico esta crisis global. No es solo el virus quien mata y hace daño. Es también la sinrazón, el miedo, la insolidaridad.
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