sábado, 29 de junio de 2024

La orilla de esta rabia

La orilla de esta rabia 
es una tristeza infinita, 
inmensa como el número 
de niños muertos, 
destrozados bajo las bombas 
de la caterva maligna. 

Es una rabia infinita, 
aunque contenida 
en el territorio nimio 
de una franja arenosa 
frente al mar. 

Me come por dentro, 
me muerde el dolor. 
Todas las guerras son brutales. 
pero esta es diferente: 

Ha sido bendecida 
por los nuestros y es, 
según nos dicen, por causa justa.

Nos explican 
que destripan a los niños 
para defenderse. 

No queda otro remedio, 
que extirpar a esa ralea, 
a los bebés y a sus madres, 
para que no se multiplique 
su estirpe terrorista. 

Y nosotros, que somos 
gentes de bien, guiadas 
por valores altos, 
mostramos cierto reparo,
les rogamos que dejen 
a alguno que otro vivo, 
y que hagan pocas fotos 
 porque es desagradable 
ver un hospital bombardeado, 
un olivar ardiendo, 
un adolescente apaleado 
o un niño descuartizado 
 por nuestros drones. 

Así que por favor háganlo rápido 
y limpien bien la sangre.

Escribo en los aviones

Escribo en los aviones. 
Sí: me inspira el ronronear 
sordo de los motores 
y el silencio del vecino de mi asiento. 

Escribo aquí, en lo alto, a muchos pies, 
con las dos manos y en un portátil. 
Que mísero momento creativo,
presurizados versos, 
volátil poesía pasajera. 

El universo cabe en la aeronave. 
La humanidad es solo este pasaje 
y fuera queda el éter ignorado, 
de todo lo demás, del mundo enorme. 

No hay nada ajeno ya del fuselaje;
un útero metálico en el cielo, 
 en busca del poema aterrizado.





viernes, 26 de abril de 2024

Hoy no he perdido nada

Es un espectáculo interesante
asistir al sumergirse de un domingo 
bajo el manto de la mañana. 

El tiempo pasa sin transcurrir 
de veras (quiero decir: sucede, 
pero de un modo torpe). 

Minuto a minuto, 
lapso a lapso 
se desvanecen en aire 
las ganas del domingo 
de seguir adelante. 

Sin aristas, deslizándose 
como el zumbido que bulle 
bajo el silencio, 
el domingo circula 
mudo por el reloj. 

El cielo parece filtrado 
con el tono ambiguo 
de una película mal conservada. 
Los muñones de las ramas 
en el árbol duelen de solo verlas. 

Suena una canción banal: 
Noventa y nueve globos rojos 
(el alemán es una lengua hermosa). 

Silencio, alegría tenue. 
No hables escucha: 
Ich hab' heute nichts versäumt 
(hoy no he perdido nada).

Se filtra la calma dolorida 
de un domingo más, 
de un domingo menos.