viernes, 25 de febrero de 2022

Burbujas

Lo que está pasando en Ucrania era obvio y totalmente predecible. Algunos avisaron. Otros prefirieron vivir mundos de fantasía. Me aflije y me da mucho temor la nebulosa para analizar la realidad en la que viven la mayor parte de los ciudadanos europeos, y que ya se demostró en los inicios de la pandemia, cuando era evidente lo que iba a suceder. Ahora ha pasado lo mismo con la invasión rusa a Ucrania. Es como una infantilización colectiva de la realidad, una sensación absurda de que en Europa nunca podría suceder nada verdaderamente 'malo'. 

Varias generaciones de europeos no expuestas nunca a peligros colectivos reales y la escasa empatia hacia el resto del Planeta (las guerras, las epidemias, nunca han cesado en el mundo que nos rodea) ham hecho vivir a muchísima gente en nuestros países, incluso gente informada y culta, en una especie de burbuja. 

El estoicismo y la capacidad para mirar a los ojos el peligro, para abordarlo serenamente y con juicio es para mí uno de los pilares de la civilización. Pero es un pilar que nuestras sociedades parecen haber olvidado. No, el mundo no es un lugar ' peor' ahora, pero tampoco es un lugar perfecto...el mundo es el de siempre , con enornes progresos y razones para ser optimistas, y también con grandes tragedias y sufrimientos que forman parte de la experiencia humana. 

Para que esos sufrimientos y tragedias impacten cada vez menos en la vida de nuestras sociedades la única solución es la respuesta colectiva, el comprender que lo que ocurre en cualquier rincón del mundo, es también nuestro problema. Sin seguridad para todos no hay seguridad para nadie. Sin vacunas para todos la epidemia no puede erradicarse...es la respuesta colectiva a los grandes retos lo único que puede salvarnos. Las burbujas de prosperidad y el mirar al otro lado ya no sirve. Nuestras sociedades no pueden vivir como niños consentidos que se han olvidado del sentido de la responsabilidad. 

Si algunos pocos nos avisaron de lo que se venía encima y no se les escuchaba, o no se les creía, o se les llamaba alarmistas, es por el miedo a crecer, el miedo a la realidad. 

Ser verdaderamente adulto no es negar los peligros, es confrontarlos, para evitar que sucedan.