es una tristeza infinita,
inmensa como el número
de niños muertos,
destrozados bajo las bombas
de la caterva maligna.
Es una rabia infinita,
aunque contenida
en el territorio nimio
de una franja arenosa
frente al mar.
Me come por dentro,
me muerde el dolor.
Todas las guerras son brutales.
pero esta es diferente:
Ha sido bendecida
por los nuestros
y es,
según nos dicen,
por causa justa.
Nos explican
que
destripan a los niños
para defenderse.
No queda otro remedio,
que extirpar a esa ralea,
a los bebés y a sus madres,
para que no se multiplique
su estirpe terrorista.
Y nosotros, que somos
gentes de bien, guiadas
por valores altos,
mostramos cierto reparo,
les rogamos que dejen
a alguno que otro vivo,
y que hagan pocas fotos
porque es desagradable
ver un hospital bombardeado,
un olivar ardiendo,
un adolescente apaleado
o un niño descuartizado
por nuestros drones.
Así que por favor
háganlo rápido
y limpien bien la sangre.