domingo, 29 de agosto de 2010

Tiempo desatado

Libre, desatado…al menos durante el transcurrir de esta sintonía en la radio. Lucho por volar en el lapso mínimo que tarda un cigarrillo en ser ceniza. Pero algo me detiene: las caladas, en un milagro, se hacen más pausadas, las notas de la canción más ligeras.

La noche pierde el tiempo.

(Dibujo de Ignacio Huerga)

sábado, 14 de agosto de 2010

Incorrección festiva

Desde el estricto punto de vista de lo politicamente correcto (que, como es bien sabido, es la forma de ética oficial que rige las sociedades postmodernas) la prohibición de los toros en Cataluña se ha quedado muy corta. Si el maltratado animal justifica realmente la medida, debería hacerse extensiva al resto de España, e implicar sanciones penales para los maltratadores: toreros, picadores, banderilleros, monosabios y hasta mulilleros(porque las mulas también sufren lo suyo cargando a la bestia muerta) deberían ingresar en el trullo. Los pasodobles y coplillas taurinas merecen ser también perseguidos, por apología del terrorismo bovino. Además, por supuesto, deberían erradicarse todas las fiestas populares con animales.

Muchas otras celebraciones tradicionales, apliando la legislación vigente y los principios de lo politicamente aceptable, merecerían ser desterradas de nuestra sociedad con igual celo.

El Misterio de Elche es un buen ejemplo. Para empezar, implica trabajo infantil, puesto que la mayor parte de los papeles son ejecutados por niños, cuyas vidas son puestas en riesgo al hacerles descender sobre una pequeña plataforma desde la cúpula de la iglesia. Además, contraviene la ley de igualdad, dado que las niñas están excluidas de participar en la representación. Hasta el papel de Virgen María queda reservado a un varoncito. Por otra parte, las medidas legales sobre seguridad en elevadores y ascensores son incumplidas sistemáticamente, ya que la plataforma en cuestión se hace bajar a mano mediante un arcaico sistema de poleas. Finalmente, el guión de este auto sacramental es manifiestamente antisemita: en el momento cumbre del Misterio, la Virgen María petrifica con sus poderes mágicos a a los judíos por abyectos e infieles.

El butefumeiro compostelano contraviene de forma clara la legislación sobre contaminación por humos en espacios cerrados. Las racistas fiestas de Moros y Cristianos, en las que los musulmanes siempre resultan perdedores, sólo deberían ser autorizadas si al menos en una de cada dos ocasiones los pobres moros resultasen vencedores, para balancear un poco. El disfraz de chulo, en la verbena de la Paloma, requiere de un inmediato cambio de nombre, dado que el proxenetismo, en nuestro país, es ilegal.

La celebración de Las Fallas supone un evidente delito de estragos y daños a la propiedad, además de fomentar la piromanía. Las procesiones de empalados en La Vera promocionan la tortura. En la Feria de Abril, los Carnavales de Tenerife y tantas y tantas verbenas populares se vulneran sistemáticamente los derechos de propiedad intelectual de los autores de las piezas musicales bailadas y tarareadas por los asistentes, en manifiesto incumplimiento de las directivas europeas sobre el asunto. Los castillos humanos catalanes ponen en juego la vida del menor que culmina la torre, en evidente contradicción con la carta Universal de los Derechos del Niño.

Para simplificar las cosas, bastaría pues con prohibir toda forma de cultura popular para así modernizar definitivamente nuestra sociedad. Los poderes públicos deberían fomentar, únicamente, formas de entretenimiento compatibles con lo politicamente correcto, tales como la televisión (incluidos los programas de cotilleo y el cine violento), los deportes (por ejemplo, el boxeo), los casinos y las máquinas tragaperras.

(Foto: 'Fiesta de Moros y Cristianos en Elche'. Ezequiel Sánchez)

Alma de chocolate

En la España del siglo XVIII el acceso al Cielo (o al infierno) de los muertos quedaba al albur del precio del chocolate.

Fundada en 1728 por Xavier Maria de Munibe, antepasado lejano de quien esto escribe, la Compañía Guipuzcoana de Caracas fue una de las primeras sociedades anónimas creadas en España. Dedicada principalmente al comercio de cacao, con ella el capitalismo moderno comenzó a dar sus iniciales y balbucientes pasos en nuestro país.

Lastimosamente, el elemento más característico de la estructura de propiedad de esta sociedad no ha pervivido en la organización empresarial moderna: Los principales accionistas de la Compañía Guipuzcoana de Caracas eran las ánimas del purgatorio. Cuando el precio del cacao subía, los infelices muertos condenados a permanecer en esa anodina antesala del Cielo obtenían jugosos dividendos. Dado que resultaba imposible la distribución efectiva del capital entre tan inusual accionariado, las ganancias eran destinadas a la celebración de misas en su favor. A mayor número de misas en pro de las almas del purgatorio, más rápido obtenían éstas el perdón de sus pecadillos y, por consiguiente, más próximas se hayaban a la redención completa y al disfrute del Paraíso.

No estoy muy seguro de cómo se redistribuían las pérdidas si el precio del cacao caía. Tal vez se celebraban misas negras dedicadas a las ánimas, para así aproximarlas al infierno.

Muy diferente hubiera resultado el mundo empresarial de hoy si tan elegante práctica se hubiese mantenido. Así, en lugar de forrase Botín o Florentino Perez, los ganadores de un resultado bursátil favorable serían siempre las inocentes almas de los fallecidos. El ladrillazo, la corrupción y la especulación, a fin de cuentas, habrían tenido resultados inocuos en la distribución de la riqueza, en lugar de permitirles a unos pocos forrarse a costa de la mayoría.

(Foto: Luis Echanove)

miércoles, 11 de agosto de 2010

El bisabuelo

Mis hijos dicen que Regino, su bisabuelo, les habla en español antiguo, y no les falta razón. Su modo de conjugar el tiempo condicional (‘dirie’, comerie’….) procede directamente del mozárabe.

Nació en los Yébenes, en los montes de Toledo, y allí ha vivido siempre. En su infancia Regino aprendió las primeras letras en la escuela local y también fue pastor. Su padre, tratante de ganado, leía a diario el periódico y poseía una memoria colosal.

Regino fue niño soldado: con diecisiete años se enroló, a la fuerza, en el bando republicano. Combatió en Jaen y fue el único superviviente de su unidad en una atroz batalla en Sierra Morena. Capturado por el enemigo, le tocó luchar del lado los alzados. Una hernia le permitió librarse unos meses de los fragores del frente y convalecer friendo pescadillas en un convento de monjas en Andalucía. Las religiosas acumulaban allí jamones y quesos a mansalva, mientras el pueblo moría de hambre. De ahí le viene su anticlericalismo visceral. Sostiene Regino que los conventos siguen hoy en día atesorando riquezas inmensas, que las religiosas mantienen en secreto, al calor de la clausura.

Acabada la guerra participó en el desfile de la Victoria. Después, destinado en la vigilancia del presidio de Jaén, todas las noches escuchaba como la guardia civil fusilaba contra el paredón carcelario decenas de presos del bando perdedor, a razón de una docena al día, durante tres meses. Desmovilizado al fin, tras cuatro años de servicio militar, regresó a Los Yébenes. Sus padres, que le habían dado por muerto, lo recibieron con un lacónico saludo, sin besos ni abrazos, al más recio estilo manchego. Fue luego secuestrado por el maquis, pero la condición de preso del franquismo de su padre le salvó de una muerte segura.

Se casó y tuvo tres hijas. En los años sesenta, con tesón introdujo el cultivo extensivo del almendro en la comarca de los montes de Toledo. Sus vecinos, al comienzo, recelaban. Pero al cabo de los años los almendrales terminaron por reemplazar al trigo. El cambio trajo prosperidad al pueblo y le valió la condición de Hijo Predilecto de Los Yébenes.

No es fácil encajar el pensamiento político del bisabuelo en ninguna de las ideologías al uso. Regino piensa que habría que expropiar las grandes empresas y que sólo los pequeños productores pueden sacar adelante a un país. Cree que la riqueza está injustamente repartida, pero el comunismo le resulta aberrante. No le gusta la Iglesia. Por eso, no acude a misa ni en los funerales. Recela del gobierno socialista.

Hasta los ochenta y tantos años Regino recorría los campos en su vespino. Crió ovejas y cabras, pero hoy sólo conserva las gallinas. Con ochenta y nueve años goza de una salud de acero, y su mente brillante razona con completa agilidad. Sigue cuidando su huerto con primor, injertando frutales y produciendo el milagro de recolectar manzanas crecidas en un peral.

A mis hijos les recita de corrillo coplillas y trabalenguas salidas de la noche de los tiempos. Duerme con la radio encendida, en invierno nunca se quita la zamarra en casa (pese al calor de la calefacción), y practica una dieta inusual, que incluye comer pan con sandía. Sentencioso, en una sóla frase es capaz de condensar sus opiniones, siempre fundadas en una reflexión profunda de la experiencia de la vida.

Cuando ve a sus bisnietos, los ojillos pequeños de Regino brillan con una luz indescriptible.

(Foto: Luis Echanove)