martes, 29 de abril de 2008

Las historias del gusano barrenador

Gajes del oficio

Se ha colocado un trapo sucio entorno a la muñeca. Se lo ha enroscado con desgana, porque no quiere reconocerse así mismo ni a nadie que aquello duele, duele mucho, abrasa…
Con la mano izquierda, la que no quema, agarra el balde repleto del fluido espeso. Ha sangrado tres docenas de árboles esa mañana. Bastante…hasta que se macheteó la muñeca. Un golpe torpe, eso fue todo. Vuelca el líquido en el contenedor de plástico, a la vera del camino. Tras él, más de veinte operarios hacen cola con sus cubos cargados hasta los bordes. Llega la noche. Las mosquiteras sirven para poco. Rajadas, recosidas y vueltas a rajar, como la piel de un puma…están hechas trizas. Los jirones cuelgan del techo y se mueven suavemente con el viento. Penetra una serena espesa, espesa como el látex que recopilan de los troncos día tras día. La selva ulula en la noche. El hombre duerme mal. Se revuelve sobre sí mismo, espanta los mosquitos con golpes cansados. El hombre ha trabajado demasiado. El hombre ha vivido demasiado. Pero es joven.
El camión atraviesa la polvorienta senda con esfuerzo y coge con gusto la pista asfaltada. El conductor se sonríe, feliz de poner fin a los traqueteos incesantes. Pero no se relaja, esa carreta es peligrosa…demasiados baches, demasiados animales en la vía. Llega la hora de la descarga. El toro mecánico agarra los pesados contenedores como si fuesen pencas de algodón. Y luego al barco. Sobre la baranda el marino sestea, aburrido de no hacer nada, aburrido de ser excluido de todas las decisiones. Todavía queda semana y media de viaje hasta Barcelona. Sabe que, después de éste, no habrá otros viajes. Se siente extraño, pero no se agotará con esfuerzos, no repetirá el error de treinta años sudando entra las grasas negras de una sala de máquinas. Sabe que ese es su último viaje. ¿Y la indemnización?...no preguntará por la indemnización. Es demasiado orgulloso.
El oficio cambió mucho desde la llegada de la era de las computadoras. Ya no hace falta trazar palotes sobre planillas enormes. Se van apretando botones. Eso es todo. Por eso la aduanera está deseando que la entreguen los documentos. Es la parte más creativa de su trabajo. Hay que leerlo todo. Los errores abundan. Pocos saben llenar un bill of landing con exactitud. “Ciento veinte dos toneladas de látex líquido. Origen: Bangla Desh”. Peso…¿dónde está indicado el peso neto? Esto es absurdo…indican el volumen pero…¡no el peso! Otro documento erróneo.
Sabe que es demasiada materia prima para las capacidades de producción actuales. Pero, ¿qué puede hacer? En está época de crisis si uno reduce los pedidos a los proveedores se expone a que le suban los precios, o, lo que es peor, a que la próxima vez no te cumplan en forma y plazo. Genaro sabrá hacerse cargo del problema en el almacén. Y sino, que se envíe más mercancía a la fábrica y santas pascuas.
Nunca piensa en lo que está haciendo. Es tedioso…horriblemente tedioso, aunque sencillo de describir: Con dos varas largas de metal empuja los profilácticos ya empaquetados que, en la cadena de montaje, y como efecto de la fuerza centrífuga, tienden a salirse hacia los lados de la banda justo antes de que entren en la máquina empacadora. Creía que cuando su madre lo supiera se disgustaría:

- Mamá, he encontrado curro…en una fábrica de preservativos.

- “Pues muy bien hija. Eso es lo que hace falta, que te paguen bien”.- como siempre, la respuesta de su madre patina con relación a la pregunta… ¿acaso ha dicho ella algo de un salario alto? No, no es alto, ni tan siquiera decente…sólo con que se quedase con el porcentaje que le arrebata la empresa de trabajo temporal estaría más que satisfecha.

- Satisfecha.
- ¿De verdad? ¿te quedaste satisfecha?
- José….que sí, te lo juro, satisfecha.
- Para mí que tuvieron que ver los condones…eran de los extrafinos esos. Cuestan unas pelas, pero la diferencia la sientes, digo yo.
- Pues compra siempre de esos Jose, y nos seas ratilla coño, que tu con tal de ahorrar te colocarías una bolsa de plástico del PRYCA.

Recuerda mentalmente la conversación. “No seas ratilla”, “no seas ratilla”…siempre la misma monserga… ¡como se nota que quien se ganaba el sueldo no era ella! Llega a la farmacia un poco enfurruñado con esos pensamientos. Pide un paquete de doce. La farmacéutica se los ofrece empujando el paquetito sobre el mostrador como con desgana.

- Son veintidós euros.
- ¡Joder!
- No sea grosero que yo no tengo la culpa. El precio ya viene de fábrica.

Todo preparado. Velas alargadas en el candelabro de hierro forjado. Puerta entreabierta dejando penetrar apenas un hilo de luz desde la salita. Un trapo rojo sobre la lámpara de mesa. Y ella, con su ropa interior más coqueta. Una noche memorable.

- Hay!
- Jose! ¿Qué te ha pasao?
- No se tía, pero mientras abría la caja de condones me he doblado la mano…espérame un momento.

Se va al baño. Se ha colocado un pañuelo entorno a la muñeca. Se lo ha enroscado con desgana, porque no quiere reconocerse así mismo ni a nadie que aquello duele, duele mucho, abrasa…

Memorias verdeazuladas

En el paraíso

Quedan pocos lugares remotos en este mundo globalizante. Uno de ellos, sin duda, es el archipiélago de Busuanga, al norte de Palawan, en el Mar de la China Oriental. Doscientas islas e islotes de dramático perfil rocoso salpican el mar que se extiende entre la propia Busuanga y la mítica Cuilón, el destierro colonial de los leprosos.


Con la isla Sangat como base, exploramos ese damero de aguas turquesas y corales a bordo de una pequeña banca, el tradicional catamarán de los Mares del Sur, acompañados ocasionalmente por enormes garzas en el cielo y tortugas marinas a ras del agua. Sangat, pese a sus nada despreciables siete kilómetros cuadrados de densa selva, se encuentra completamente deshabitada, salvedad hecha de los numerosos macacos que merodeaban cada mañana entorno a nuestra cabaña y la de Andy, su único habitante oficial y dueño del hotel de sencillos palafitos en el que nos alojábamos.

Dedicamos un día a navegar en torno a la isla de Cuilón, una jungla montañosa poblada por bandas de los esquivos negroides tagbanua. Con los críos cargados a hombros, nos adentramos hasta el paradisíaco lago de Kayangan, de aguas color jade y contornos cavernosos de caliza. Almorzamos a la sombra de las tecas en una playa desierta, acompañados por un par de nada tímidos lagartos de medio metro.

La isla de Calumbuyan fue el destino de otra de nuestros recorridos en barca. Calubuyan, es, a ciencia cierta, lo más parecido al mítico Edén que conozco. Allí solo habita una familia, a orillas de un arrecife de colores mágicos. Al atardecer, nos dimos un chapuzón en alta mar, explorando con careta y aletas un barco de guerra japonés hundido de la Segunda Guerra Mundial. Terminamos aquella tarde gozando de las aguas termales de un manantial natural que brotaba entre los manglares.

El paraíso existe. Yo lo he visto.

jueves, 24 de abril de 2008

La voz


Habla desde el estrado y su voz reverbera en las miradas de la audiencia. Es una mujer menuda, embutida en un sari blanco. Sube el tono cuando utiliza la palabra “pobreza”, frunce el ceño, y mueve las manos como buscando en el aire una respuesta ante tanta injusticia. Y de pronto, “pobreza” ya no es sólo una palabra, es un hecho, un axioma, un dolor, un algo visible que todos podemos sentir como el aire frío y fresco recorriendo el enorme salón de conferencias.

(Foto: Luis Echánove)

Llenar el vacío

Es absolutamente imposible ser feliz si de algún modo no contribuimos a hacer felices a los demás. Los demás puede significar nuestra pareja, la humanidad entera, el vecino del cuarto o las generaciones por venir... Los humanos siempre hemos sabido esto. Místicos, filósofos y santos nos lo han repetido a lo largo de milenios y cada persona experimenta esta verdad en mayor o menor medida a lo largo de su vida. El recorrido es de ida y vuelta: Somos felices cuando hacemos felices a los otros y hacemos felices a los demás cuando nosotros mismos somos felices.

Durante siglos la mayor parte de las energías diarias de la raza humana se orientaron a la mera supervivencia. La potencia formidable de la ciencia y de la tecnología han transformado el mundo de tal modo que porciones enteras del planeta viven libres de la servidumbre de la lucha por vivir. El hombre en las sociedades ricas ya no tiene que confortar las fuerzas ciegas de la naturaleza o encarar cada día la angustiosa tarea de lograr comida para mañana. Muchos millones de humanos hemos logrado alejar a la muerte de nuestro día a día. Ya no dependemos de necesidades materiales inmediatas. Pero en lugar de disfrutar de nuestra nueva libertad y romper por fin la dependencia constante de lo material, hemos decidido auto esclavizarnos otra vez. Vivimos atados al deseo de acumular, de comprar la última novedad, de sentir o disfrutar todas las experiencias posibles. Sabemos que estos placeres nos deparan tan sólo una “felicidad” inmediata, que tan pronto como se extingue nos demanda ya nuevas compras, nuevas ansias de ganar más, nuevas ambiciones de adquirir un modelo mejor de cualquier cosa. El consumismo nos atrapa en su laberinto.

Estamos encerrados en un círculo absurdo. Trabajamos más para ganar más, ganamos más para gastar más…y al final de día, nos sentimos vacíos. Lo que nos llena, lo sabemos bien, no tiene precio de venta al público, no está en los centros comerciales. Está en los cuadros de Velázquez, en las puestas de sol mirando al mar, en ayudar a quien lo necesita, en consolar a quien sufre, en los recuerdos de nuestra infancia, en trabajar amando lo que hacemos, en leer un cuento a un niño. Lo que nos llena, en definitiva, es precisamente aquello que nos vacía, que nos proyecta hacia lo demás, que nos integra en el mundo. Somos un pedazo de conciencia universal atrapado en un cuerpo. Somos nada. Somos todo.

(foto: Luis Echánove)

lunes, 14 de abril de 2008

Ancho mundo

Ancho mundo…Tan ancho que a veces siento que te escabulles por las venas. Difuminas mis pensamientos, descolocas las razones que sustentan mi caminar. Ancho mundo…Oleadas de rostros, de lugares, de olores y de momentos.

Ancho mundo… Bajo el cielo raso nada permanece, pero en ese cambiar constante resplandeces idéntico, como un espejo bruñido a desgana o un ojo de agua desecado. Luces y sonrisas. Noches y silencios. Amaneceres y horarios. Historias, conversaciones, miradas. Ancho mundo, a ti te puebla una bandada de ilusiones difusas, ambiguas, coloristas y a veces grises.


Ancho mundo…Todo en ti cambia, todo, sí, salvo en rugir de las olas en tus riberas, el salto de la espuma y las cabriolas de los pájaros pescando al atardecer. Por eso, algunas veces, sólo siento tu quietud en el movimiento de las aguas del océano. Y así, recogido en un silencio ruidoso, atrapado por los encantos de la monotonía azul, descubro que acaso no eres tan ancho. Entonces, al fin, te camino con ganas, estrechando en mis andares el espacio inmenso de vivir.
(Foto: Luis Echánove)

Terror en el Hipermercado

Madrid. 25 de Junio, 2008. Agencias.
La crisis desatada hace dos meses como consecuencia de la subida del precio de los alimentos básicos en todo el mundo continúa provocando disturbios en docenas de países y amenaza con desatar un conflicto de proporciones incalculables.


En Ceuta y Melilla, las fuerzas militares españolas volvieron a abrir fuego para contener a la multitud de cientos de miles de marroquíes y subsaharanos que intentan desesperados cruzar la frontera, causando un número indeterminado de muertos. Según Cruz Roja, al menos seiscientas personas habrían fallecido por los disparos, la mayoría mujeres y niños. Situaciones parecidas se han vivido en diversos puntos de la frontera de Estados Unidos y México, así como en las costas de Florida, desabordadas con la llegada masiva de embarcaciones procedentes de Haití. Por otra parte, Singapur, Manila, Yakarta y otras capitales de Asia permanecen sumidas en el caos más absoluto desde hace dos semanas, cuando millones de habitantes de los suburbios ocuparon en avalancha los centros comerciales y los edificios gubernamentales. En Sao Paolo y Río de Janeiro los pobres han logrado hacerse con pertrechos militares y atacan las áreas residenciales en busca de comida. El Cairo, La Paz, Beijing y muchas otras capitales en todo el mundo viven situaciones igualmente dramáticas. Ayer noche la OTAN todavía no había llegado a un acuerdo respecto a la utilización de misiles con cabeza nuclear para contener a las masas procedentes de los países subdesarrollados y en camino hacia Europa, Japón y Norteamérica.

En España, las quejas iniciales por parte de los grupos de Derechos Humanos y algunos sectores políticos respecto a la contundente respuesta del gobierno ante la crisis, ha ido disolviéndose en los últimos días, al conocerse que, según imagines captadas por satélite, la vanguardia de una nueva avalancha humana procedente de África central, esta vez de unos 10 millones de personas, se encuentra ya próxima a la frontera de Argelia y puede llegar a las cosas españolas en cualquier momento. La posición ha pedido al gobierno Zapatero un “bombardeo masivo e inmisericorde para erradicar la horda de bárbaros”. Por otro lado, los linchamientos a pacifistas y miembros de ONG prosiguen. Ayer en Barcelona, una joven de la organización Alimentos para el Mundo murió apaleada por un grupo de desconocidos. Según el manifiesto firmado ayer por docenas de empresarios españoles, “lo que esta en juego es nuestra propia supervivencia. No podemos respetar los derechos humanos de esta gente que viene a quitarnos lo nuestro. La única respuesta posible es el exterminio”.

miércoles, 2 de abril de 2008

Gritos en la espesura

Se estima que en 1898, momento de la independencia de España, más del 70% de la superficie de Filipinas se encontraba cubierta por selvas vírgenes. En las décadas subsiguientes una inmensa superpie de bosque filipino fue víctima de la tala indiscriminada promovida por compañías madereras internacionales. A lo largo de los años 70 y 80 esta política de promoción acelerada de la industria forestal alcanzó su momento cumbre, con un ritmo de más de cien mil hectáreas taladas cada año. La compleja trama de corrupción política de Marcos hizo posible que las empresas madereras operasen sin ningún tipo de control. Los bosques talados eran después ocupados por colonos pobres en busca de tierras para cosechar. Como consecuencia, la creciente presión humana redujo todavía más la escasa masa forestal remanente. Hoy los bosques apenas cubren menos de un 10% del territorio filipino.

El principal problema hoy de los bosques en Filipinas no es ya la gran industria forestal, sino, paradójicamente, el campesinado pobre que, en una nación con una de las tasas de crecimiento vegetativo más altas del mundo, requiere constantemente de nuevas tierras para cultivar. La presión de la población sobre los recursos naturales es de tal envergadura que, si no se adoptan medidas drásticas inmediatas, el país puede volverse literalmente inviable en el medio plazo. La actual política del gobierno de promoción indiscriminada de la minería, sin ningún control de su impacto medioambiental, exacerba todavía más el problema.

La destrucción del bosque filipino es una tragedia de dimensiones incalculables. Filipinas está considerada como una de las diez naciones del mundo con mayor índice de biodiversidad. La insularidad del país, así como su ubicación geográfica entre los hábitat asiático y australiano-oceánico convierten al archipiélago en una joya biológica con centenares de especies endémicas que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. Una hectárea de bosque húmedo filipino cuenta con más diversidad de especies vegetales que toda Europa junta.

Con la pérdida de sus bosques no sólo pierden los filipinos; perdemos todos.
(foto: Luis Echánove)